Uno de los plagios que más asombro me
ha causado en estos días es el que encontré en unas páginas de matemáticas.
Siempre que edito un texto, una redacción o estilo distinto es lo que me da la pista de que algo no está bien. Y se despierta en mí la curiosidad, esa inquieta condición que me
hace empezar a buscar lo que intuyo podría ser un plagio.
Revisando unos textos sobre números
mayas y su significado, noté que la forma de escribir y de estructurar no
casaba con el resto de los textos desarrollados. Y empecé a escudriñar en la
web para determinar si mis sospechas tenían o no fundamento. Increíblemente, no
encontraba nada. Sin embargo, mi intuición de editora “cazadora de plagios” y
de “baches” en los discursos, me decía que algo estaba mal.
Por el instinto de cazadora que
viene a mí durante la edición, se me ocurrió buscar una referencia en YouTube y
“voilà”… allí justo estaba. Encontré el texto en un video de YouTube.
Dato increíble, nunca había encontrado un plagio así y he de decir que he
encontrado más de un centenar.
Era tan inconcebible pensar que el
“autor” lo hubiera copiado con todos los errores, gazapos y demás hierbas que
contenía ese texto del video al cual hago referencia, que aún no salgo de mi
asombro. O al menos, yo no esperaba que fuera así. Tomó, por
supuesto, texto de otras páginas, tan malas como las del video.
¿Qué pensará un autor o autora cuando
plagia de semejante manera? ¿A quién pretenderá engañar? Si se nos acaba la
imaginación o nunca aprendimos a estimularla y nuestro oficio es embaucar, ¿por
qué hacerse pasar por autores?
Creo que tengo todas las respuestas,
pero a veces, aún creo en la humanidad. Candidez absurda.
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