“Ojos frescos” es el término utilizado, editorialmente hablando, para designar el proceso por el cual una correctora de pruebas recibe un libro para su revisión final. Este término lleva implícito el espíritu de este último paso del proceso editorial, es decir, la última mirada que se le dará al material antes de ir a prensa, mirada que jamás se ha posado en página alguna del libro. Esto porque el corrector de pruebas no ha intervenido en ninguno de los pasos del proceso editorial, que han culminado con la finalización del libro.
Conozco en el medio dos correctores de pruebas que merecen mi respeto y mi admiración, porque ser corrector de pruebas es tener la habilidad de realizar una labor que requiere de mucha agudeza visual para ver lo que nadie más ha visto, memoria gráfica, un amplio acervo y un conocimiento completo de todas las tareas del proceso editorial.
Ser correctora de pruebas en sí, es apasionante y uno de los pasos del proceso editorial que más disfruto. Una compleja amalgama de detalles que pasan inadvertidos para muchos y que quizá no todos los usuarios del libro lleguen alguna vez a percatarse de que no están en el sitio donde deberían estar, que no son del color ni de la forma que deberían ser, o si existe diferencia o no, en una doble grafía mal acentuada.
Sin embargo, son detalles que hablan del prestigio editorial de un sello, de una marca y que muchas veces, si no la mayoría, son sacrificados por el aspecto denominado “productividad”. Por productividad, se entiende en algunas editoriales al hecho de producir más páginas en un tiempo risible, dejando de lado la calidad de lo que se produce, por no ser relevante. Productividad significa, para algunos directores editoriales, refreír, “tropicalizar” y vaciar contenido de libros de sus filiales en otros países, de acuerdo con los requerimientos de los cambios del currículum de los diferentes niveles educativos. Los títulos se maquillan, a los contenidos se les agregan detalles gráficos diferentes, que darán a los maestros la sensación de que el libro es totalmente nuevo. Hasta los errores de ediciones anteriores se transfieren a los supuestos nuevos libros, pero no importa, la editorial líder vende siempre por el prestigio de la marca, pero los libros son cada vez más precarios.
Lo más preocupante de todo esto es que ha habido correctores de pruebas que señalan constantemente todo tipo de deficiencias en los textos y son acallados con cosas como estas: esas cosas no debes señalarlas, solo detalles mínimos, pero nada más… tienes que limitarte a ver aspectos gráficos, un gazapo demasiado notorio, que las páginas estén cuadradas, que los colores del modelo gráfico coincidan, por favor, no te metas a hacer grandes cambios, aunque sean necesarios, los maestros nunca se darán cuenta… Si hay errores de redacción omítelos, si hay algo conceptual no es tu responsabilidad, limita tus “ojos frescos” a pequeños detalles porque si no, el libro no saldrá nunca.
Los “ojos frescos” en un gueto editorial líder en el mercado guatemalteco de libro de texto, solo sirven para validar un proceso. El refrito editorial se vende como pan caliente, todos los ciclos escolares… y como suele suceder con otras cosas en Guatemala, los guatemaltecos aceptamos todo en silencio.
Me parece que en espacios editoriales únicamente mercantilistas, como el que tu descripción me permite asociar, "ojos frescos" no se refiere a los ideales para el control de calidad, sino a esa acepción de frescura que se parece a "sin vergüenza", a descaro. Ojos frescos ingenuos que también caigan en el dejar hacer dejar pasar. Total, de esa forma, el oficio de todos los involucrados en el proceso simulado resulta mucho más rentable (como las evidencias confirman).
ResponderEliminar¡Ah! También introduzco mi tenedor para señalar que, ciertamente la mayoría se calla, pero tengo el gusto de pagar el precio de haber abierto siempre la boca. :)